04 mayo 2005

...de cuando me escapé...

Hay algunas cosas que siempre he querido dejar escritas. De hecho es posible que esta ya la haya escrito en alguna otra parte, en papel pero vete a saber dónde para.

Esta historia es de hace unos 15 años, yo estudiaba segundo de BUP y era una rebelde sin causa, a las que las clases le resbalaban, los profesores se la sudaban y el mundo en general me preocupaba bastante poco (o nada?).

Por aquel entonces tenía una mejor-amiga-mónica que estaba siempre conmigo, incluso venía a las clases de repaso de matemáticas por la tarde (a las que pocas veces íbamos). Así que allá por Abril, a mitad de curso, decidimos largarnos de casa, porque además de hartas del mundo, estábamos hartas de nuestros padres.

Lo planeamos todo para irnos al día siguiente, en autobús a una ciudad cercana, para no volver jamás. Recuerdo que yo no tenía dinero y fué ella la que me pagó el billete del autobús. Aquel día el plan era ir primero al instituto, para no levantar sospechas, y a media mañana, largarnos a coger el autobus. Así lo hicimos, sólo nuestras treinta mejores amigas sabían nuestro plan "secreto".

A la hora pactada salimos del instituto con nuestras mochilas, sospechosamente atiborradas de "cosas de valor": el diario de mickey mouse, un jabón rosa de snoopy, una navajita llavero de 3 cms de hoja, algo de ropa, un paquete de fortuna (de la de fumar) y poco, poquísimo dinero.

Cogimos el autobús. Recuerdo que la gente nos miraba raro, porque íbamos encantadas de la vida, sobradas de todo, como si nos fuéramos a comer el mundo.

Llegamos a la ciudad de nuestra huida, y empezamos a patearnosla. Entre otros sitios absurdos, recuerdo que fuimos al Corte Inglés y mangamos una tableta de chocolate, porque nos habían dicho que nos quitaría el hambre. No nos duró ni un suspiro y además seguimos con hambre. Seguimos pateandonos la ciudad hasta que se nos hizo de
noche.

Empezamos a preocuparnos por dónde íbamos a dormir. Ni que decir tiene que nos nos llegaba el dinero para pagar nada, ni decente ni indecente, así que nos metimos debajo de una plataforma de hormigón que daba a una urbanización, y allí, encima de unos cartones intentamos dormir.

Digo intentamos, porque era imposible, entre el tráfico, la gente andando, los ruidos raros...No podíamos ni cerrar los ojos del miedo que llevábamos en el cuerpo.

Decidimos buscar algo mejor. Justo al lado había un parking así que nos metimos y buscamos un hueco entre dos coches.

Recuerdo que estaba medio adormilada cuando una luz me alumbró la cara. Era la linterna de un guardia de seguridad. Nos preguntó que qué hacíamos allí. Yo estaba acojonada, pero mi amiga que tenía un morro que se lo pisaba le dijo: Dormir!.

El tío nos dijo que le acompañaramos. Nos llevo a la garita de vigilancia, donde
había otro tío. Yo estaba llorando como una madalena y mientras tanto, Mónica les contaba una historia increible sobre de dónde veníamos y a donde íbamos.

El otro guardia estaba sentado en la mesa de la garita. Había sólo la luz de una
lámpara de campana a 50 cms de la mesa, al tío no se le veía la cara, sólo se veía el humo del tabaco que llenaba la habitación.

Nos dijeron que teníamos un problema, por estar en la planta privada del parking del que ellos eran responsables. (yo aún lloraba más). Dijeron que iban a llamar a la policia, a no ser que les enseñaramos las mochilas para demostrarles que no habíamos robado nada.

Recuerdo que -pardilla de mi- se me pasó por la cabeza la navajita que llevaba en la mochila, pensé que como la vieran seguro que llamaban a la poli.

Les enseñamos todas las chorradas que llevabamos encima, en seguida se dieron cuenta de que no habíamos robado nada, con lo cual, entre la increible historia de Mónica y mis verídicas y palpables lágrimas, pasaron a ser una realidad creíble.

Nos dejaron libres. A esa hora ya había amanecido, así que emprendimos de nuevo nuestro incierto camino a ninguna parte.

Nuestros ánimos habían empezado a decaer: estábamos sucias, cansadas, hambrientas... todo tenía muy mala pinta....pero de repente recordamos que Sonia (otra de nuestras 30 amigas) nos había dado el teléfono de una tal Pili que trabajaba en una casa de juventud.

Quedamos con ella, justo delante del corte inglés. Ella nos reconoció enseguida, y fuímos dando un paseo hasta la casa de la juventud. Allí había más gente,de unos 20 años. Se reunieron con nosotras en una sala para ver qué podíamos hacer. Empezaron a elucubrar con posibles trabajos, posibles sitios donde dormir...pero se dieron cuenta de que lo mejor era que termináramos nuestra aventura y volviéramos a casa.

Nos convencieron, porque nos lo pintaron todo tan negro, que nos pareció que habíamos salido del fuego para caer en las brasas.

Pili nos pagó un taxi que nos llevó a casa de unos tíos de mónica. Al llegar allí, ya sabían de nuestra huida, se alegraron muchísimo de vernos. Llamaron a nuestros padres para decirles la buena noticia. Yo no me quise poner al teléfono.

El padre de Mónica vino a buscarnos allí. Nos abrazó con muchísima alegría y nos metimos en el coche. Al llegar a nuestra ciudad fuímos a la comisaría, a quitar la denuncia. El poli nos trató bastante mal, nos dijo que seguro que la huída era por un chico, que era muy típico a nuestra edad...SERA JILIPOLLAS...

Luego me dejaron en mi casa. Eran las dos de la mañana, mi padre estaba trabajando y me recibió mi madre. Dijo: Mañana hablaremos (y nunca hemos hablado del tema...)

9 comentarios:

R dijo...

Chica, jelipolleces hacemos todos. Otros nacen jelipollas, lo que es peor.

Anónimo dijo...

Cosas de niños, yo nunca tuve ni las ganas ni la intencion de hacerlo, aunque hubiera sido bueno el intentarlo...

malaputa dijo...

Pues ya tuviste suerte, a mí me hubieran arremangado una hostia que, como decía mi padre cuando eramos pequeños, "te va a sonar la cara a cascabeles".

Anónimo dijo...

Y hoy te acordás y se te dibuja una sonrisita, verdad? ;)

celemin dijo...

Pues a mi han tenido que echarme de casa ;)

laceci dijo...

Es curioso, pero por otros asuntos menores sí que me cayeron algunas ostias, pero por este sustazo todo quedó en agua de borrajas...
Los hijos no damos más que disgustos...

Anónimo dijo...

¿Te acuerdas cómo os sentíais cuando se escapó Coca?

Imagínate cómo estaban tus padres...

Nachete

laceci dijo...

mmmm...sí, quizá el sentimiento de angustia es parecido, pero Coca no se escapó, se perdió, y además nunca había amenazado con largarse de casa porque estaba harta...

PS: por cierto, bendito el día que pagué por el chip!!

Anónimo dijo...

si es que los hijos dan muchos problemas, al final todo el mundo se arrepiente de haberlos tenido ....